Se aprovecha cualquier ocasión para ir perfilando, dando a conocer, cuál es la idea que se tiene del hombre y avanzar en una episteme de la humanidad inmersa en la complejidad de una Naturaleza y un Universo inaccesibles en su completitud. Se propone un breve análisis de la célebre y conocida aserción de Ortega y Gasset y que figura en su obra de 1914 “Meditaciones del Quijote”. La frase es “Yo soy yo y mi circunstancia,” y aunque continúa con “y si no la salvo a ella no me salvo yo”. Esta es la reseña completa pero ahora sólo nos interesará la primera parte que es la referenciada por multitud de autores y en escritos diversos. El interés puede ser doble, primeramente por la misma cuestión en sí misma, es decir tomando textualmente el contenido de la declaración de Ortega y Gasset, y en segundo lugar porque proporciona la oportunidad de ir avanzando en una concepción integral del hombre. Deberemos empezar por algunas obviedades para adentrarnos paulatinamente en el problema. Una visión panorámica del ser humano nos muestra que en su individualidad es un ser finito, acabado, un ser que al nacer ya está predestinado a morir. En líneas generales puede decirse que está compuesto por varias capas, biológicas, físicas, mentales y sentimentales. El ser humano forma parte del tronco común de la especie humana. En su diferenciación y concepción más profunda puede decirse que es un ser con vida muy evolucionada y en constante cambio. La idiosincrasia de la especie humana dota a cada ser de algún hecho biológico, físico e intelectual diferenciado y diferenciador en su conducta, de forma que, aunque en su esencia absoluta cada ser forma parte del mismo tronco común, algunos de sus rasgos y componentes siempre diferencian a cada ente y por lo tanto nunca dos seres son absolutamente iguales en el plano epifenomenal. Así, los sentimientos y las potencias intelectuales participan de esta desigualdad inicial, antes incluso de su eclosión consciente. Justo en el primer momento de la socialización del nuevo ser su carga diferenciada conlleva respuestas acordes a su carácter. La primera socialización es inmediatamente anterior a la asunción de la cultura, entendida ésta en su acepción más amplia, cultural, costumbrista, etc. la personalidad derivada de su genética y la afectación de la socialización-culturización, se unifican en una personalidad acorde a su pensamiento, a sus sentimientos y a actos. La autoconsciencia se genera en esta personalidad formada por una estructura biológica con ciertas singularidades y una carga socio-cultural formando un componente o una unidad sumamente compleja. Las condiciones y circunstancias geográficas, étnicas, económicas, religiosas y culturales incidirán de forma directa en la persona y le limitarán prácticamente su expresión externa y su conducta, adecuándolas a las condiciones existentes. Estos condicionantes externos serán prácticamente inexorables y limitarán de forma casi exclusiva la verdadera personalidad del individuo, haciendo de su conducta una imitación especular, uniforme de las condiciones existentes. Quizá ahora se pueda analizar con mayor disposición la cita que ha dado lugar a todo este preámbulo, pero que en último término ha servido para desarrollar esta pequeña disertación ensayística. Bien, veámoslo de nuevo: “Yo soy yo y mi circunstancia”. En primer lugar llama la atención la duplicidad del “yo”. Los dos “yos” no están al mismo nivel. El primer “yo” es anterior y asociado a “soy”, “Yo soy” es una repetición, es decir lo mismo y está justo en el primer estadio de la autoconsciencia, pero consciencia de su mismidad. Es una situación o un grado de entidad superior capaz de darse cuenta de su estar en el mundo, incluso como observador de sí mismo. Y efectivamente se autodefine a sí mismo como un yo auto-comprensivo de su situación a la vez que se coloca en su circunstancia exterior, es decir, él mismo se sitúa en el mundo. Pero aquí se esconde una gran paradoja. Es cierto que su circunstancia exterior, el mundo donde él se inserta, las condiciones sociales, económicas, culturales, geográficas, históricas, que rodearán su mundo, modelando su personalidad, su carácter, su completa vida cultural, afectiva, social, harán de él un tipo de personalidad adaptada a todas o algunas de esas circunstancias, pero el primer “yo soy” permanecerá incólume, vive soterradamente, en realidad no es este “yo” el que se identifica totalmente con su circunstancia. No importa que las más de las veces permanezca de por vida en un oscuro plano latente, pero está siempre ahí y puede manifestarse en cualquier momento y en condiciones adecuadas. La fuerza irresistible de las circunstancias que rodean cualquier individualidad son determinantes absolutas de lo que cada persona será y hará en el transcurso de su vida, pero lo que cada ser humano es en su integridad radical no se agota con una simple definición, que expresa, sí, una realidad externa, pero no la totalidad de la condición humana. 12-2-2014