martes, 4 de junio de 2019



                                         Spinoza


Que Baruch Spinoza es uno de los ejemplos más preclaros del racionalismo primero es cosa perfectamente asumida hoy en día.
Pongamos un solo ejemplo del salto cualitativo que él intuyó perfectamente, aunque quizá no se atreviera a llegar a sus últimas consecuencias por las repercusiones que pudieran tener sus conclusiones en ámbitos religiosos o intelectuales de su entorno social y temporal.
En su “Tratado teológico-político” y en su Capitulo IV reza así: “Si examinamos ahora la naturaleza de la ley divina, …. Veremos lo siguiente: 1º Que es universal o común a todos los hombres, ya que la hemos deducido de la naturaleza humana en general. 2º Que no exige la fe en las historias, cualesquiera que sean; pues, como esta ley divina natural se comprende por la sola consideración de la naturaleza humana…”
La ley divina es la suma felicidad y el sumo conocimiento de la divinidad, y el de hombre está naturalmente imbuido ello, lo hemos deducido de la naturaleza humana en general, “por lo que debe ser considerada como innata y, por así decirlo, inscrita en la mente humana”
 se comprende por la sola consideración de la naturaleza, por lo tanto, la posibilidad de la máxima felicidad, del máximo conocimiento, está en la naturaleza humana como hecho independiente. La dualidad, la acreción, de la divinidad a este hecho es voluntarista, no se sigue de una lógica racional.  Aquí puede colegirse que o bien Spinoza estaba influenciado por los sentimientos de la Fe de su época o no se atrevió a dar un salto cualitativo fundamental en la historia del conocimiento humano. De cualquier forma, el solo hecho de plantear estas cuestiones tan clarividentes y polémicas le sitúan como uno de los pensadores más rupturistas no ya sólo de su tiempo sino de la misma historia del pensamiento moderno. Descartado el enfoque antropológico panteísta de Spinoza, estos caminos nos pueden llevar al origen de la moral y de la ética, aunque el tratamiento actual de esta temática difiera sustancialmente del recorrido y de las conclusiones a las que llegó Spinoza.
Otro ejemplo de la diversidad de su pensamiento lo tenemos en el Capítulo XIV al señalar que “el único objeto de la Escritura era enseñar la obediencia” “uno y otro Testamento no son otra cosa que una doctrina de obediencia”. La dualidad de su pensamiento, su racionalidad, es capaz de separar lo que la fe exige, la creencia absoluta en la Divinidad, de las repercusiones intrínsecas, seculares, de la doctrina ortodoxa.


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