miércoles, 26 de junio de 2019

                                        DE LA ÉTICA NICOMÁQUEA,
                                                          DE ARISTÓTELES                                   
                                              
La cuestión que nos anima a bucear en el pensamiento de Aristóteles es conocer cuál era su opinión respecto a si creía él que la ética era connatural al hombre, era adquirida, o circunstancial. ¿Era genética? El tema es muy importante y ocupa y preocupa a muchos pensadores en la actualidad porque este es un factor que debe dejarse suficientemente estudiado y establecido, podría ser determinante para una humanidad que evoluciona y debe adaptarse a un mundo indefectiblemente cambiante y quizá deba afrontar en un futuro cercano o lejano condiciones y exigencias de vida reales que hoy sólo podamos vislumbrar en relatos paracientíficos e imaginarios. Ante tales eventualidades de futuro la humanidad debería conocer cuál sería o podría ser la evolución de su sentido profundo de la ética y sobre todo si ésta fuera moldeable a circunstancias desconocidas, preservando ante todo el instinto de conservación como primer y más fuerte distintivo del ser humano.
 Vayamos ahora a destacar algunos rasgos de lo que Aristóteles nos dejó escrito respecto al tema que nos ocupa sin pretender agotar esta fuente clásica de pensamiento.
En el libro II, capítulos 1 y 2 podemos leer que la virtud es doble, con un aspecto moral y otro intelectual. Ninguna de las virtudes morales nace naturalmente en nosotros. No es efecto de la Naturaleza, estamos naturalmente predispuestos a adquirir las virtudes. Es necesario obrar según la recta razón. La virtud tiene relación con el placer y el dolor. La virtud se posee o no se posee. Es una disposición para obrar. La virtud se ejerce.
De estos comentarios de Aristóteles parece deducirse que la virtud, y la moral, no nacen necesariamente con el ser humano, es un don que puede adquirirse con la razón y en su caso el bien obrar, es una predisposición natural, pero no exclusiva.
En el libro VI, capitulo 13, leemos que la opinión general dice que las virtudes morales son, de alguna manera, innatas, pues desde nuestro nacimiento somos movidos a ser justos, sobrios, valientes y a desarrollar otras cualidades.
Estas cualidades no justifican necesariamente el innatismo de las virtudes morales porque están vinculadas a los individuos concretos y el innatismo es una abstracción universal.
Libro X, capítulo 7 podemos leer que “si es verdad que la felicidad es la actividad que está de acuerdo con la virtud, es evidente que la que es conforme a la virtud es la más perfecta” Esto nos lleva a reconocer que virtud y felicidad es un estado deseable, pero parece que este estado se logra por medio de una actividad dirigida a este fin. En el mismo libro y capítulo, podemos leer “lo propio del hombre es, pues, la vida del espíritu, ya que el espíritu constituye en esencia al hombre” y más adelante en el capítulo 8 “ el hombre participa de la condición humana y en  que él comparte su existencia con numerosas personas, le es necesario, en primer lugar, ejercitar los actos conforme a la virtud moral, y tendrá necesidad de estos medios para vivir según su condición de hombre”  Veamos todo esto con algún detalle: el hombre comparte su existencia, tendrá necesidad de ejercitar sus actos conforme a la virtud moral, para alcanzar su condición de hombre y por lo tanto colmará su vida espiritual.
Todo este planteamiento hasta alcanzar la compenetración con la vida del espíritu se alcanza por medio de su actuar en el mundo, no está dado, lo dado es que el hombre participa per se de la vida del espíritu y éste es un intangible.
Del libro VI capítulo 1 entresacamos “de las virtudes del alma unas implicaban costumbres y las otras implicaban la inteligencia” Es decir costumbres e inteligencia nacen y son producto del principio básico del instinto de conservación, se hace lo que conviene.
De todo ello se deduce que según las reflexiones de Aristóteles la virtud y en consecuencia la moral no es connatural al ser humano. De las costumbres, del hacer, de los resultados positivos se van extrayendo unas consecuencias que se consideran favorables para la continuidad de las relaciones humanas, es decir favorables a cada persona. Esta disposición para obrar de una determinada manera, que se considera positiva, permanece y se afianza en la mente y en el subconsciente de forma que parece formar parte de la misma persona y es una reserva potencial para un obrar que se considera beneficioso.
Pero esta facultad de la persona no colma la totalidad de sus potencialidades. El ser humano es muy complejo y la expresión de su complejidad evocará por encima de todo la fortaleza de su instinto de permanencia y de superación.


VI-2019



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