DE LA
ÉTICA NICOMÁQUEA,
DE ARISTÓTELES
La cuestión que nos
anima a bucear en el pensamiento de Aristóteles es conocer cuál era su
opinión respecto a si creía él que la ética era connatural al
hombre, era adquirida, o circunstancial. ¿Era genética? El tema es muy
importante y ocupa y preocupa a muchos pensadores en la actualidad porque este
es un factor que debe dejarse suficientemente estudiado y establecido, podría
ser determinante para una humanidad que evoluciona y debe
adaptarse a un mundo indefectiblemente cambiante y quizá deba afrontar
en un futuro cercano o lejano condiciones y exigencias de vida reales
que hoy sólo podamos vislumbrar en relatos paracientíficos e
imaginarios. Ante tales eventualidades de futuro la humanidad debería conocer
cuál sería o podría ser la evolución de su sentido profundo de la ética
y sobre todo si ésta fuera moldeable a circunstancias
desconocidas, preservando ante todo el instinto de conservación como
primer y más fuerte distintivo del ser humano.
Vayamos ahora a destacar algunos rasgos de lo
que Aristóteles nos dejó escrito respecto al tema que nos ocupa sin
pretender agotar esta fuente clásica de pensamiento.
En el libro II,
capítulos 1 y 2 podemos leer que la virtud es doble, con un aspecto moral
y otro intelectual. Ninguna de las virtudes morales nace naturalmente en
nosotros. No es efecto de la Naturaleza, estamos naturalmente predispuestos
a adquirir las virtudes. Es necesario obrar según la recta razón. La
virtud tiene relación con el placer y el dolor. La virtud se posee o no se
posee. Es una disposición para obrar. La virtud se ejerce.
De estos comentarios de
Aristóteles parece deducirse que la virtud, y la moral, no nacen
necesariamente con el ser humano, es un don que puede adquirirse con la razón y
en su caso el bien obrar, es una predisposición natural, pero no
exclusiva.
En el libro VI,
capitulo 13, leemos que la opinión general dice que las virtudes
morales son, de alguna manera, innatas, pues desde nuestro
nacimiento somos movidos a ser justos, sobrios, valientes y a desarrollar otras
cualidades.
Estas cualidades no
justifican necesariamente el innatismo de las virtudes morales
porque están vinculadas a los individuos concretos y el innatismo es una
abstracción universal.
Libro X, capítulo 7
podemos leer que “si es verdad que la felicidad es la actividad que está de
acuerdo con la virtud, es evidente que la que es conforme a la virtud es la más
perfecta” Esto nos lleva a reconocer que virtud y felicidad es un estado
deseable, pero parece que este estado se logra por medio de una actividad
dirigida a este fin. En el mismo libro y capítulo, podemos leer “lo propio del
hombre es, pues, la vida del espíritu, ya que el espíritu constituye en
esencia al hombre” y más adelante en el capítulo 8 “ el hombre participa de
la condición humana y en que él comparte
su existencia con numerosas personas, le es necesario, en primer lugar, ejercitar
los actos conforme a la virtud moral, y tendrá necesidad de estos
medios para vivir según su condición de hombre” Veamos todo esto con algún detalle: el hombre
comparte su existencia, tendrá necesidad de ejercitar sus actos conforme
a la virtud moral, para alcanzar su condición de hombre y por lo tanto
colmará su vida espiritual.
Todo este planteamiento
hasta alcanzar la compenetración con la vida del espíritu se alcanza por
medio de su actuar en el mundo, no está dado, lo dado es que el hombre
participa per se de la vida del espíritu y éste es un intangible.
Del libro VI capítulo 1
entresacamos “de las virtudes del alma unas implicaban costumbres
y las otras implicaban la inteligencia” Es decir costumbres e inteligencia
nacen y son producto del principio básico del instinto de conservación, se
hace lo que conviene.
De todo ello se deduce
que según las reflexiones de Aristóteles la virtud y en consecuencia la
moral no es connatural al ser humano. De las costumbres, del hacer,
de los resultados positivos se van extrayendo unas consecuencias que se
consideran favorables para la continuidad de las relaciones humanas, es
decir favorables a cada persona. Esta disposición para obrar de una
determinada manera, que se considera positiva, permanece y se afianza
en la mente y en el subconsciente de forma que parece formar parte
de la misma persona y es una reserva potencial para un obrar que se
considera beneficioso.
Pero esta facultad de
la persona no colma la totalidad de sus potencialidades. El ser humano es muy
complejo y la expresión de su complejidad evocará por encima de todo la fortaleza
de su instinto de permanencia y de superación.
VI-2019