viernes, 5 de noviembre de 2010

GENESIS DE LO DIVINO

Intentemos una aproximación conceptual al hecho de la existencia a lo largo de toda la historia de la humanidad de grandes construcciones consagradas al culto genérico de lo divino.

La génesis de lo divino podríamos situarla en el temor a la supervivencia, en el miedo a lo desconocido, a la muerte, al más allá.

El "conocimiento" de la realidad es sólo especular, cuando el "conocimiento" se bifurca y también se vuelve especulativo imagina, inventa explicaciones ad hoc del mundo que no pueden demostrarse pero que dan cuenta de la realidad con fabulaciones que intentan comprenderla.

Existe un más allá, un mundo perfecto, unos seres sabios y poderosos que lo gobiernan todo. Ahí está el saco donde se mete todo lo que no se comprende. Como en el mundo real suceden de hecho cosas que no se comprenden "alguien" debe comprenderlas y gobernarlas.

Pero la visión de la divinidad se hace desde la humanidad, no puede ser de otra forma. Así la divinidad se antropologiza y en su trato con los humanos necesita sus intermediarios, sus lugares de encuentro, sus necesidades.

Por su parte los humanos deben participar masivamente en el recono­cimiento y la sumisión a los poderes de esta divinidad y a los poderes de sus representantes en nuestra sociedad. Los dioses deben tener sus recintos sagrados, sus representan­tes en la Tierra deben estar cerca de ellos y las masas deben acudir a demostrarles su reconocimiento. Desde el principio es preciso habilitar un lugar sagrado, un lugar de oración y reconocimiento de lo divino. Pronto este lugar se convierte en hogar permanente de los dioses, en el lugar más importante de la comunidad, en un lugar muy especial. La construcción física que albergue este lugar sagrado debe ser tan importante como para albergar a sus dioses y repre­sentantes y tan grande como para permitir al acceso de toda la comunidad. Los dioses pueblan el cielo, el universo entero y el lugar sagrado donde están representados debe alcanzar el cielo con sus altas torres que parecen querer alcanzarlo, deben contener entre sus altas bóvedas la máxima cantidad de ese cielo inaccesible. Toda la técnica y la fuerza creativa de la sociedad, todo el arte de sus arte­sanos se aplicará en engrandecer, en ensalzar este lugar de encuentro. La grandiosidad y la magnificencia del lugar es para dar cobijo no sólo a los dioses sino que es la gran casa de los hombres que creen en él.

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