martes, 13 de abril de 2021

                                                                              LEONARDO DA VINCI Y LA GIOCONDA

 

La humanidad se mueve en un proceso de desarrollo material acumulativo y al unísono se expande también un conocimiento general, técnico y científico que proporciona una visión del mundo que se difunde al mismo ritmo. Es una dialéctica materialista que produce resultados prácticos acumulativos, pero sobre todo de índole cuantitativo.

Estamos indagando, buscando aquellas obras de personajes universales, obras muy destacadas que por su cualidad quedan fuera de las estructuras de un desarrollo material previsible.  Estas obras tan notorias se producen en todos los campos del saber y del conocimiento humano. También en el aspecto más sensible a las capacidades humanas de los sentimientos y de la cultura en general. Son obras tan personales que sólo ellos, los autores, pueden llevar a cabo o ejecutar. Sus ideas y su trabajo personal desbordan los niveles alcanzados en sus campos respectivos en el momento en que se producen.

Un clásico ejemplo de figuras universales relevantes y que abarca varios campos del saber y de las artes es Leonardo Da Vinci de cultura polifacética y creador de arte indiscutible. Y aunque se aparte un tanto del fondo e intencionalidad del presente escrito y a nivel puramente anecdótico se podría especular sobre la enigmática sonrisa de una de sus obras cumbre: la Gioconda. Mucho se ha escrito sobre el particular, pero aquí no se pretende ni se puede sentar cátedra de nada, sólo se propone una teoría en forma de divertimento.

Se ha teorizado y profundizado sobre su enigmática sonrisa, sobre su significado si es que lo tiene.

Es posible que la famosa expresión facial de la modelo sea una interacción entre ella y el autor que la estaba pintando. Esta circunstancia sería anecdótica a tenor del trabajo que se pretende mostrar. Sólo individualidades muy especiales logran destacar aportando obras tan singulares que son apreciadas por el conjunto de las sociedades presentes y futuras.

La incógnita de la famosa sonrisa, y que sin ella La Gioconda continuaría siendo una obra de arte incuestionable, ha sido una cuestión prolijamente estudiada y publicada. Aquí se ha querido destacar únicamente lo que por alguna circunstancia extemporánea esta obra se convirtiera en absolutamente en una obra maestra irrepetible a pesar también de que todas las obras del maestro Leonardo fueran dignas de figurar de entre las más apreciadas del mundo del arte.

La interacción y la intencionalidad entre un autor y su obra formará parte siempre del pensamiento consciente, o del inconsciente de éste, y la expresión subjetiva que aflorará formará una unidad que será el resultado de estas interacciones profundas.  Esta subjetividad se verá confrontada con la realidad de una modelo, de una circunstancia exterior y con la propia pericia o habilidad del artista en este caso.

 Es evidente que Leonardo pretendía plasmar en un lienzo toda la emoción que él sentía por su arte, por el momento y por las circunstancias que concurrían. La figura humana tenía que ser perfecta, debía ser real, debía poseer el alma con que él la sentía. En el momento en que se produjo el encargo de pintar a tal dama, Leonardo rondaba la cincuentena y por lo que sabemos tampoco era muy agraciado físicamente a esa edad, pensemos que los cincuenta de entonces no son los de ahora. Quizá la que ahora llamamos Gioconda era de su agrado, aunque él nunca se hubiera atrevido a insinuarse en absoluto. Supongamos que Leonardo quería trasladar a su obra una expresión del sentimiento que él deseaba y que en el natural de la modelo no se producía. El artista indica a la Gioconda que intente esbozar una sonrisa que en sus adentros más íntimos pudiera subjetivamente ser interpretada como agrado de la persona que estaba enfrente. La Gioconda, a requerimiento del artista, esboza, insinúa una sonrisa con las comisuras de su labio hacia arriba, pero la parte central de su labio inferior está algo decaído, como si estuviera cansado, no se corresponde con la sonrisa que intenta sostener. Es posible que ya la Gioconda estuviera esperando acabar la sesión o que sencillamente la sonrisa no se correspondía con sus sentimientos. Y aquí se produce un fenómeno muy freudiano. Por una parte, Leonardo pinta lo que ve, pero no interpreta el conjunto de la sonrisa forzada. El artista también es el hombre y queda atrapado entre su inconsciente y la apariencia de la realidad.

De cualquier forma, queda para la posteridad una obra de arte que sólo un genio único e irrepetible fue capaz de llevar a cabo para reconocimiento y asombro de toda la humanidad.

A pesar de esta digresión anecdótica, forzada o casual, la completa obra y personalidad renacentista de Leonardo es un ejemplo de un tipo de individualidades que sobresalen muy por encima de sus coetáneos y que empujan a la sociedad entera a efectuar saltos de cualidad.

Detrás de las grandes obras, sean del tipo que sean, existe una intencionalidad que su artífice logra plasmar. El autor puede hacer explicita su obra, pero en cualquier caso es la sociedad la que debe interpretarla y aceptarla como eslabón o secuencia del proceso evolutivo de la misma sociedad.

 

 

 

1-4-2021

 

 

martes, 10 de noviembre de 2020

ENSUEÑO Y REALIDAD

 

                ENSUEÑO Y REALIDAD

 


La mención de Schopenhauer a P. Calderón de la Barca es reiterativa y vale la pena detenerse en el tema que interesa al primero de estos autores y que no es otro que los sueños extraído de la obra que le da título “La vida en sueño”. Veamos en primer lugar sucintamente cuál es la pretensión del escritor español en exponer un tema por lo demás tan universal y conocido en su apreciación más cotidiana. Al menos en primera instancia parece que Calderón no se aparta demasiado de la concepción universal y popular de lo que los sueños parecen ser como una vida paralela y con alguna influencia entre ambas o incluso que la vida misma, la que conocemos como tal, en realidad podría ser un sueño. Pero ¿un sueño de quién? En el soliloquio de Segismundo el problema todavía no aparece como motivo principal de la obra calderoniana. Segismundo afronta su anhelo de una vida plena, su ansia de libertad. Sabe cómo es la vida fuera de su caverna y se duele de su condición.

Para restituirlo a su excelsa condición por nacimiento discurren un procedimiento mediante el cual Segismundo pueda obrar libremente, pero el Rey, su padre, vigilará la procedencia de sus acciones y previendo que éstas pudieran dañar la alta magistratura que han otorgado a Segismundo, harían creer a éste que todo ha sido un sueño, que nada ha sucedido realmente, y lo restituirían a su anterior condición de prisionero en la cueva. Recuérdese la cueva de Platón. Aquí se juega con el ardid, con el engaño de emparejar sueño y realidad. El tema del sueño y la realidad se afrontan desde el exterior de la persona implicada, se atiende más a la creencia popular, a la distinción, a la relación que parece existir entre ambos.

Cuando Segismundo despierta después de haberlo adormecido, es Calderón quien lo introduce en un estado de perplejidad inexplicable. Calderón con una versificación admirable y diáfana nos cuenta su despertar:

             ¿Yo despertar de dormir

              en lecho tan excelente?

              Decir que sueño es engaño;

              Bien sé que despierto estoy.

              ¿Yo Segismundo no soy?

              ¿Qué es lo que pasa por mí?

Segismundo nunca relata sus sueños, siempre está consciente. Siempre hay un yo. Siempre existe la conciencia de sí.

              “…..pues estamos en mundo tan singular,

             que el vivir sólo es soñar;

             y la experiencia me enseña

             que el hombre que vive sueña

             lo que es hasta despertar.

Segismundo siempre se refiere a él mismo como si hubiera soñado o pudiera soñar, pero no es así, siempre es el mismo Segismundo. Duda, no está seguro, entonces se previene obrar bien por si acaso fuera cierta esta suposición.

             “¿Qué es la vida? Un frenesí.

             “¿Qué es la vida? Una ilusión,

            Una sombra, una ficción,

            y el mayor bien es pequeño;

            que toda la vida es sueño,

            y los sueños, sueños son.”

Para Calderón los sueños son una ficción, suponen un estado diferenciador de la realidad. Calderón parece intuir un problema, pero no profundiza ni intenta resolverlo. Es un dramaturgo que expone un sentimiento generalizado. 

Schopenhauer es más metafísico más profundo. Las citas de Calderón, en los trabajos de Schopenhauer son anecdóticas. Supone que Calderón intuye, sabe de lo que habla, pero es una generalización de un tema universal. De cualquier forma, los sueños como tales tienen un recorrido filosófico moderado. Forman parte del conjunto de la persona. Freud profundizó en los sueños y les atribuye información y trascendencia en la conducta. Los sueños son parte del ser humano. Todos los pensadores Marx, Nietzsche, Husserl, Heidegger, el mismo Wittgenstein al bucear en el ser, en la persona, encuentran capas profundas, son todos los componentes de que están hechos los seres humanos. Y cada uno de estos pensadores resaltan y creen hallar los factores más esenciales. Justo ahí están las partes más controvertidas, los principios de la lógica y del pensamiento más cercano a lo que consideramos la realidad, pero también se hallan las intuiciones, la inconsciencia y la inmaterialidad de un pensamiento volátil y creativo. Todos los pensadores buscan una explicación coherente con su forma de pensar y sus teorías. En cada individualidad está presente su propio problema, su tratamiento y su devenir. Todas las personas son distintas y fruto de sus circunstancias, lo que se pretende es hallar aquel punto central, original, que de alguna manera unifique y de coherencia epistemológica a todo un sistema de referencia universal.

No hay duda de que Calderón tenía una idea general del sueño y de su significado y su relación con la vigilia y es este punto el que hemos tomado como excusa para darle una mayor amplitud teórica y situarlo en las profundas capas de que están hechos los individuos.

El individuo que sueña y el que está en estado de vigilia, es la misma persona. En vigilia se enfrenta a la vida material, al mundo real. Es un ser reactivo al mundo real, al mundo encontrado. Cabe mencionar aquí un factor intermedio que es el mundo de la fantasía, de lo pensado o imaginado en estado de vigilia. Se puede pensar en mundos y situaciones imposibles y ello nos introduce a relativizar cuál sea el pensamiento que equilibra la noción que el individuo pueda tener respecto a la realidad del mundo en que vive. Los sueños carecen de efectividad práctica, son volátiles, pero de alguna forma sugieren estados emocionales capaces de influenciar en el pensamiento y la conducta. ¿Qué significa toda esta amalgama de factores intervinientes en la personalidad de cada individuo? El principio de razón suficiente, la lógica derivada de pensamientos bien fundamentados en la ciencia positiva, no son suficientes para derivar la totalidad de la personalidad humana, hay factores biológicos y circunstanciales que completan un cuadro realmente difícil de interpretar en todo su conjunto.

Kant es categórico y resuelve “El encadenamiento de las representaciones entre sí con arreglo a la ley de causalidad es lo que distingue a la vida del ensueño” Schopenhauer apostilla “el único criterio cierto en este punto es el criterio completamente empírico del despertar, que, en efecto, rompe palpable y categóricamente el encadenamiento causal entre los incidentes del ensueño y los del estado de vigilia”

Los estados de vigilia y ensueño, en los seres humanos, están separados por un corte funcional entre dos estados diferenciados, uno pertenece a la parte consciente de estar activamente en el lugar que normalmente entendemos como el mundo real, y el otro estado es el inconsciente de mentalidad libre y disociada de la realidad y no asociada necesariamente al mundo real en su interpretación. Ambos estados forman parte de la misma persona, pero el primero de ellos es el que permite relacionarse y actuar en el mundo real con lo que ello conlleva para la supervivencia de la vida, y su continuidad. El otro estado es residual, inactivo prácticamente y aun perteneciendo a la misma persona y precisamente por ello, conserva rasgos de su personalidad presente y profunda. Es un estado reparador de fuerzas, de descanso y de libertad emocional.

El estado de vigilia no es sinónimo de lucidez mental, de racionalidad, de comprensión del mundo. Existen tantos estados mentales como personas en el mundo. Uno nace con unas posibilidades innatas, a las que se agregan todas las circunstancias sociales, materiales, históricas. La amalgama de influencias y de interpretaciones de la vida y del mundo son tan infinitas como los individuos que han sido, son y serán. El pensamiento es tan libre y fantasioso como su poseedor pueda y quiera. Hay aspectos de estas facultades que realmente se asemejan a los estados de ensoñación. Entonces ¿Qué es lo que los distingue? La materialidad del mundo, la praxis, la acción, el enfrentamiento con la vida real que impone unas reglas precisas para el sostenimiento de la vida. El individuo está atrapado en esas coordenadas.

 

 

 

 

 

 

 

 

9-11-20

jueves, 20 de febrero de 2020


CIENCIA Y CONOCIMIENTO


                  
                          CIENCIA Y CONOCIMIENTO

Es importante acercarse en estos momentos al significado y trascendencia de la ciencia. Prácticamente y casi desde su nacimiento e instauración y se la adjetivó como conocimiento autónomo se la ha idolatrado como pilar inconmovible de todo saber, pero también ha tenido y tiene actualmente no sus detractores absolutos, sino que no es suficientemente estimada como valor supremo de conocimiento y quizá es relativizada en exceso. Sería importante repensar y actualizar algunos aspectos gnoseológicos que sitúen a la ciencia en lo que es y representa en nuestros días y asentarla en su justa medida respecto al conjunto de la sociedad humana.
La ciencia ha sido y es la que ha inducido a la transformación material del mundo mediante la labor humana guiada por su racionalidad. El resultado de esta labor y de esta transformación proporciona a su vez nuevo conocimiento que se incrementa de forma acumulativa. El punto crucial que se quiere destacar es que la ciencia y en consecuencia la racionalidad humana no llega nunca a agotar la última realidad del objeto y objetivo (si es que lo tiene) de la Naturaleza. Siempre nos encontramos con la última barrera infranqueable, desconocida, al menos en su circunstancia temporal.
Nuestro conocimiento no es un valor absoluto, no puede serlo. Nuestra limitación humana nos impide acceder a la comprensión del todo. Cuanto más nos acercamos a un punto concreto de nuestra investigación más nos alejamos de la totalidad. Aun juntando todas las piezas de este tablero inconmensurable (¿quién las junta?) no llegaríamos a una visión universal univoca, esta es nuestra limitación.
La ciencia se ha convertido en tecnociencia. Cualquier avance se valora en función de su utilidad material. Los protagonistas de estos avances, que normalmente son equipos de trabajo, son personas con alta formación técnica que normalmente no pueden valorar su trabajo más allá de su zona específica de influencia. El conocimiento directo adquirido por su investigación, por su trabajo, es solo una pieza, un engranaje, en el sector en que se ha producido. En sí mismo no produce visión de conjunto.
Entonces surge la pregunta clave ¿Cuál es el valor de la ciencia o lo que la ciencia produce? En principio es una respuesta muy simple pero que esconde un gran interrogante. Lo que la ciencia ha proporcionado siempre y sigue proporcionando, en un proceso acumulativo y acelerado, es la transformación material y estructural de la sociedad. No es la ciencia, es la razón humana aplicada.
La ciencia, o si se prefiere la tecnociencia, proporciona dos avances importantes: mayor bienestar material y por lo tanto mayor seguridad, longevidad,  y tiempo libre, y en segundo lugar una base de conocimientos específicos con dos variantes : la primera proporciona una plataforma fija cada vez más sólida  para seguir avanzando y en general sirve también para descartar falacias, tergiversaciones, falsedades, ideas, y teorías sin base alguna y práctica y objetivamente descartables, al menos por principios epistemológicos simples. Pero el mundo estructurado tecnológicamente no puede dar cuenta a las preguntas formuladas ya por Kant: ¿Qué debo hacer?, ¿qué puedo saber?, ¿qué me está permitido esperar? y sobre todo ¿qué es el hombre?  Lo que se puede y se debe hacer es seguir investigando y ampliando el conocimiento de la Naturaleza en toda su amplitud. A partir de ahí los interrogantes son imponderables e infinitos, siempre se puede avanzar, siempre es necesaria la voluntad de perseguir objetivos por lejanos que se nos antojen. El conocimiento final absoluto no está a nuestro alcance. A partir de conocimientos cada vez más sólidos, más contrastados, iremos elucubrando nuestras teorías, hipótesis y también, porque no creencias, que son formas exclusivas de nuestra naturaleza humana.



II-2020










lunes, 30 de diciembre de 2019


                  PENSAMIENTO Y ACCIÓN

La descripción y el sentido profundo de esa entidad abstracta y concreta a la vez y que hemos venido en llamar Humanidad es absolutamente inabarcable. Somos lo que por evolución y por Naturaleza hemos llegado a ser. No existe una síntesis explicativa y comprensible de nuestro estado y situación, nadie puede arrogarse el papel de máxima autoridad intelectual o moral que pueda hablar en nombre de nuestra totalidad humana.
Este tema es de suma importancia tanto para una posible y cabal
comprensión de nuestra entidad como para los aspectos más prácticos de regulación de las relaciones interhumanas a todos los niveles. Pero su estudio es prácticamente inabarcable y de una complejidad extrema. Aunque nos remontemos a nuestros orígenes más lejanos siempre llegaremos a una situación sustancialmente irresoluble.
Aquí podríamos dividir a la Humanidad en dos grandes órdenes que grosso modo responderían a la dualidad humana de la que se parte siempre en cualquier estudio relativo tanto a sus componentes individuales como a las entidades humanas superiores. Espíritu-materia, sentimiento-razón. Cada sociedad o toda en su conjunto es portadora de unos valores específicos propios, culturales, trascendentes, subyacentes, que atañen más a comportamientos, ideales y sentimientos y formas de enfocar la vida y el mundo con unas características propias, heredadas e intransferibles. Las dualidades están en todos los órdenes de la vida y sus diversas manifestaciones son el símbolo de la misma Humanidad.
De otra parte, todas las sociedades disponen de sus propias herramientas que sustentan materialmente la vida práctica de sus colectividades. En esta faceta de la vida material existen conexiones con cualquiera de las sociedades interesadas de intercambiar entre ellas bienes y servicios. Aquí no importan si pertenecen a culturas o formas de vida diferenciadas, priva el interés material. Esto es así desde el principio de los tiempos. Naturalmente que las sociedades evolucionan e históricamente se pueden rastrear los orígenes y los cambios que se van produciendo, pero el análisis substancial continúa siendo el mismo.
Esta división simbólica, real, trascendente, es aplicable tanto a la propia Humanidad en su conjunto como a los cortes históricos y estratos sociales que se hayan producido.       
La misma esencia del ser humano participa de ambos órdenes, el espiritual y moral, y el práctico y racional ya que entrambos son los definidores de la Humanidad y los que la han llevado por un camino de superación constante.
La Humanidad en un momento dado, en un corte temporal, es una entidad tanto material como abstracta en su concepción. Se pueden contabilizar el número de personas que la componen en una situación temporal concreta, cuál es su situación material, cuáles son sus logros materiales, cuáles son sus organizaciones sociales, cuál es su relación con la Naturaleza y con los otros seres vivos que pueblan nuestro planeta. Se podría dividir la sociedad humana en parcelas esquemáticas, en agrupaciones homogéneas. Niklas Luhmann vio la necesidad de acometer el trabajo, de analizar las sociedades desde diferentes puntos de vista agrupándolas en sistemas sociales relevantes como son la economía, el derecho, la política, la religión, la ciencia, la educación, etc. Pero se dio cuenta de la complejidad de abordar cualquier estructura, que a su vez se subdividiría en otras de rango inferior, y así sucesivamente y además de las interacciones entre todas estas estructuras. El hombre concreto puede participar en una estructura social, material, funcional, pero el ser individual no es una estructura en sí mismo, cada hombre es distinto, en cada hombre hay un mundo distinto y la Humanidad es el compendio de todo el entramado tanto de sus logros materiales como de la idiosincrasia de cada uno de sus habitantes. El mismo Luhmann apreció esta dificultad insalvable y quiso acometer alguna acción analítica, aunque fuera parcial, pero se vio desbordado por la complejidad por una tarea tan descomunal y sólo pudo pergeñar su enfoque.
Pero el ser humano, y por extensión analógica la Humanidad, son indefinibles como extensión de sus logros y situaciones objetivas en un momento dado. No hay una correspondencia paritaria ni sustancial entre logros materiales e incluso intelectuales entre una sociedad dada y sus componentes concretos individuales. Pero es cierto que los logros de la Humanidad son producto de los humanos, pero de todo su conjunto y aquí deviene nuevamente otra dualidad siempre sustancial. Los logros ciertos de la Humanidad debemos asignarlos a sus componentes, pero los humanos son seres muy complejos y con valores muy diferenciados entre ellos, lo cual nos lleva a una definición dual tanto de los grupos sociales como de los mismos actores individuales.
La Humanidad en su conjunto presenta varios frentes aparentemente unitarios y lo que importa es la síntesis de todos ellos. ¿por qué interesa esta síntesis? Porque en definitiva será el estado de nuestra comunidad humana, de nuestra situación y de nuestra relación con la Naturaleza. Es importante tratar de colegir, vislumbrar, nuestro destino y así tratar de influir en él en la medida que las circunstancias lo permitan.
Todos los relatos que pudieran hacerse del pasado y del presente, si responden a la realidad, se corresponden exactamente a la situación moral, material, intelectual, de cada periodo de tiempo y de cada situación histórica y circunstancial. No hay otra posibilidad.  Y en el futuro se producirá la misma correspondencia entre la Humanidad y su entorno Natural y espacial. Avanzaremos acompasadamente al ritmo que nosotros y las circunstancias nos marquen y nos marquemos.
Pero de alguna manera hemos de intentar llegar a algún principio de acuerdo, a alguna síntesis de qué cosa ha llegado a ser la propia Humanidad y hacia dónde camina o se dirige consciente o inconscientemente en su periplo vital y universal. Qué entidad podemos llegar a ser y hacia donde nos empujan tanto nuestras propias fuerzas como las condiciones de una naturaleza y de un mundo que nos envuelve y nos condiciona absolutamente. El problema está en que no hay ninguna teoría unificadora que dé cuenta de la complejidad humana en toda su extensión y aunque la hubiera y seguro que se hacen esfuerzos en esta dirección, aunque sean parciales e integrables en conjuntos de pensamiento más amplios, no existen vehículos de integración en organizaciones universales para que lleguen a todo el conjunto de la sociedad humana. Y aunque así fuera en alguna medida medianamente satisfactoria, prevalecería la dicotomía básica que es inherente a nuestra especie, la división entre pensamiento y acción. El poder real de transformación material de la humanidad está concentrado en los factores económicos, científicos, técnicos, y en los que gobiernan las estructuras de poder político, de los medios de comunicación, de la educación y divulgación. Todos estos factores no son nocivos per se para la Humanidad, al contrario, han sido y son necesarios para la evolución de nuestros niveles de evolución y desarrollo alcanzados. Pueden ser egoístas y partidistas en su fuero interno, pero también sufren la presión de fuerzas que les hacen autolimitarse y acercarse a posiciones más altruistas y humanamente sociales. De todas formas, pensamiento y acción, teoría y praxis, son los dos polos de nuestra forma de ser humanos, pero la acción, el poder de cambiar materialmente el decurso de nuestros tipos de sociedades, está concentrado básicamente en las estructuras de poder económico y social. Y si esto es así sólo cabe una convergencia gradual por la deriva práctica que puede darse entre ambos entramados teóricos y prácticos hasta llegar a la máxima conjunción posible de lo que en realidad fue el origen de nuestra especie. Sloterdijk parece algo más pesimista y sentencia que “bajo ninguna circunstancia imaginable puede llegarse a una unidad universal efectiva” y a continuación agrega “nadie está maduro para la cultura universal del futuro” La diversidad humana es infinita en sus manifestaciones individuales pero el ser humano nunca podrá desprenderse absolutamente de sus orígenes. Esta es la ultima esperanza de acción y pensamiento colaborando en un propósito unitario y universal. Maximizar unidad de pensamiento y acción partiendo de posiciones actualizadas y que puedan ser conseguidas en el futuro.


29-12-19



domingo, 6 de octubre de 2019