martes, 10 de noviembre de 2020

ENSUEÑO Y REALIDAD

 

                ENSUEÑO Y REALIDAD

 


La mención de Schopenhauer a P. Calderón de la Barca es reiterativa y vale la pena detenerse en el tema que interesa al primero de estos autores y que no es otro que los sueños extraído de la obra que le da título “La vida en sueño”. Veamos en primer lugar sucintamente cuál es la pretensión del escritor español en exponer un tema por lo demás tan universal y conocido en su apreciación más cotidiana. Al menos en primera instancia parece que Calderón no se aparta demasiado de la concepción universal y popular de lo que los sueños parecen ser como una vida paralela y con alguna influencia entre ambas o incluso que la vida misma, la que conocemos como tal, en realidad podría ser un sueño. Pero ¿un sueño de quién? En el soliloquio de Segismundo el problema todavía no aparece como motivo principal de la obra calderoniana. Segismundo afronta su anhelo de una vida plena, su ansia de libertad. Sabe cómo es la vida fuera de su caverna y se duele de su condición.

Para restituirlo a su excelsa condición por nacimiento discurren un procedimiento mediante el cual Segismundo pueda obrar libremente, pero el Rey, su padre, vigilará la procedencia de sus acciones y previendo que éstas pudieran dañar la alta magistratura que han otorgado a Segismundo, harían creer a éste que todo ha sido un sueño, que nada ha sucedido realmente, y lo restituirían a su anterior condición de prisionero en la cueva. Recuérdese la cueva de Platón. Aquí se juega con el ardid, con el engaño de emparejar sueño y realidad. El tema del sueño y la realidad se afrontan desde el exterior de la persona implicada, se atiende más a la creencia popular, a la distinción, a la relación que parece existir entre ambos.

Cuando Segismundo despierta después de haberlo adormecido, es Calderón quien lo introduce en un estado de perplejidad inexplicable. Calderón con una versificación admirable y diáfana nos cuenta su despertar:

             ¿Yo despertar de dormir

              en lecho tan excelente?

              Decir que sueño es engaño;

              Bien sé que despierto estoy.

              ¿Yo Segismundo no soy?

              ¿Qué es lo que pasa por mí?

Segismundo nunca relata sus sueños, siempre está consciente. Siempre hay un yo. Siempre existe la conciencia de sí.

              “…..pues estamos en mundo tan singular,

             que el vivir sólo es soñar;

             y la experiencia me enseña

             que el hombre que vive sueña

             lo que es hasta despertar.

Segismundo siempre se refiere a él mismo como si hubiera soñado o pudiera soñar, pero no es así, siempre es el mismo Segismundo. Duda, no está seguro, entonces se previene obrar bien por si acaso fuera cierta esta suposición.

             “¿Qué es la vida? Un frenesí.

             “¿Qué es la vida? Una ilusión,

            Una sombra, una ficción,

            y el mayor bien es pequeño;

            que toda la vida es sueño,

            y los sueños, sueños son.”

Para Calderón los sueños son una ficción, suponen un estado diferenciador de la realidad. Calderón parece intuir un problema, pero no profundiza ni intenta resolverlo. Es un dramaturgo que expone un sentimiento generalizado. 

Schopenhauer es más metafísico más profundo. Las citas de Calderón, en los trabajos de Schopenhauer son anecdóticas. Supone que Calderón intuye, sabe de lo que habla, pero es una generalización de un tema universal. De cualquier forma, los sueños como tales tienen un recorrido filosófico moderado. Forman parte del conjunto de la persona. Freud profundizó en los sueños y les atribuye información y trascendencia en la conducta. Los sueños son parte del ser humano. Todos los pensadores Marx, Nietzsche, Husserl, Heidegger, el mismo Wittgenstein al bucear en el ser, en la persona, encuentran capas profundas, son todos los componentes de que están hechos los seres humanos. Y cada uno de estos pensadores resaltan y creen hallar los factores más esenciales. Justo ahí están las partes más controvertidas, los principios de la lógica y del pensamiento más cercano a lo que consideramos la realidad, pero también se hallan las intuiciones, la inconsciencia y la inmaterialidad de un pensamiento volátil y creativo. Todos los pensadores buscan una explicación coherente con su forma de pensar y sus teorías. En cada individualidad está presente su propio problema, su tratamiento y su devenir. Todas las personas son distintas y fruto de sus circunstancias, lo que se pretende es hallar aquel punto central, original, que de alguna manera unifique y de coherencia epistemológica a todo un sistema de referencia universal.

No hay duda de que Calderón tenía una idea general del sueño y de su significado y su relación con la vigilia y es este punto el que hemos tomado como excusa para darle una mayor amplitud teórica y situarlo en las profundas capas de que están hechos los individuos.

El individuo que sueña y el que está en estado de vigilia, es la misma persona. En vigilia se enfrenta a la vida material, al mundo real. Es un ser reactivo al mundo real, al mundo encontrado. Cabe mencionar aquí un factor intermedio que es el mundo de la fantasía, de lo pensado o imaginado en estado de vigilia. Se puede pensar en mundos y situaciones imposibles y ello nos introduce a relativizar cuál sea el pensamiento que equilibra la noción que el individuo pueda tener respecto a la realidad del mundo en que vive. Los sueños carecen de efectividad práctica, son volátiles, pero de alguna forma sugieren estados emocionales capaces de influenciar en el pensamiento y la conducta. ¿Qué significa toda esta amalgama de factores intervinientes en la personalidad de cada individuo? El principio de razón suficiente, la lógica derivada de pensamientos bien fundamentados en la ciencia positiva, no son suficientes para derivar la totalidad de la personalidad humana, hay factores biológicos y circunstanciales que completan un cuadro realmente difícil de interpretar en todo su conjunto.

Kant es categórico y resuelve “El encadenamiento de las representaciones entre sí con arreglo a la ley de causalidad es lo que distingue a la vida del ensueño” Schopenhauer apostilla “el único criterio cierto en este punto es el criterio completamente empírico del despertar, que, en efecto, rompe palpable y categóricamente el encadenamiento causal entre los incidentes del ensueño y los del estado de vigilia”

Los estados de vigilia y ensueño, en los seres humanos, están separados por un corte funcional entre dos estados diferenciados, uno pertenece a la parte consciente de estar activamente en el lugar que normalmente entendemos como el mundo real, y el otro estado es el inconsciente de mentalidad libre y disociada de la realidad y no asociada necesariamente al mundo real en su interpretación. Ambos estados forman parte de la misma persona, pero el primero de ellos es el que permite relacionarse y actuar en el mundo real con lo que ello conlleva para la supervivencia de la vida, y su continuidad. El otro estado es residual, inactivo prácticamente y aun perteneciendo a la misma persona y precisamente por ello, conserva rasgos de su personalidad presente y profunda. Es un estado reparador de fuerzas, de descanso y de libertad emocional.

El estado de vigilia no es sinónimo de lucidez mental, de racionalidad, de comprensión del mundo. Existen tantos estados mentales como personas en el mundo. Uno nace con unas posibilidades innatas, a las que se agregan todas las circunstancias sociales, materiales, históricas. La amalgama de influencias y de interpretaciones de la vida y del mundo son tan infinitas como los individuos que han sido, son y serán. El pensamiento es tan libre y fantasioso como su poseedor pueda y quiera. Hay aspectos de estas facultades que realmente se asemejan a los estados de ensoñación. Entonces ¿Qué es lo que los distingue? La materialidad del mundo, la praxis, la acción, el enfrentamiento con la vida real que impone unas reglas precisas para el sostenimiento de la vida. El individuo está atrapado en esas coordenadas.

 

 

 

 

 

 

 

 

9-11-20

jueves, 20 de febrero de 2020


CIENCIA Y CONOCIMIENTO


                  
                          CIENCIA Y CONOCIMIENTO

Es importante acercarse en estos momentos al significado y trascendencia de la ciencia. Prácticamente y casi desde su nacimiento e instauración y se la adjetivó como conocimiento autónomo se la ha idolatrado como pilar inconmovible de todo saber, pero también ha tenido y tiene actualmente no sus detractores absolutos, sino que no es suficientemente estimada como valor supremo de conocimiento y quizá es relativizada en exceso. Sería importante repensar y actualizar algunos aspectos gnoseológicos que sitúen a la ciencia en lo que es y representa en nuestros días y asentarla en su justa medida respecto al conjunto de la sociedad humana.
La ciencia ha sido y es la que ha inducido a la transformación material del mundo mediante la labor humana guiada por su racionalidad. El resultado de esta labor y de esta transformación proporciona a su vez nuevo conocimiento que se incrementa de forma acumulativa. El punto crucial que se quiere destacar es que la ciencia y en consecuencia la racionalidad humana no llega nunca a agotar la última realidad del objeto y objetivo (si es que lo tiene) de la Naturaleza. Siempre nos encontramos con la última barrera infranqueable, desconocida, al menos en su circunstancia temporal.
Nuestro conocimiento no es un valor absoluto, no puede serlo. Nuestra limitación humana nos impide acceder a la comprensión del todo. Cuanto más nos acercamos a un punto concreto de nuestra investigación más nos alejamos de la totalidad. Aun juntando todas las piezas de este tablero inconmensurable (¿quién las junta?) no llegaríamos a una visión universal univoca, esta es nuestra limitación.
La ciencia se ha convertido en tecnociencia. Cualquier avance se valora en función de su utilidad material. Los protagonistas de estos avances, que normalmente son equipos de trabajo, son personas con alta formación técnica que normalmente no pueden valorar su trabajo más allá de su zona específica de influencia. El conocimiento directo adquirido por su investigación, por su trabajo, es solo una pieza, un engranaje, en el sector en que se ha producido. En sí mismo no produce visión de conjunto.
Entonces surge la pregunta clave ¿Cuál es el valor de la ciencia o lo que la ciencia produce? En principio es una respuesta muy simple pero que esconde un gran interrogante. Lo que la ciencia ha proporcionado siempre y sigue proporcionando, en un proceso acumulativo y acelerado, es la transformación material y estructural de la sociedad. No es la ciencia, es la razón humana aplicada.
La ciencia, o si se prefiere la tecnociencia, proporciona dos avances importantes: mayor bienestar material y por lo tanto mayor seguridad, longevidad,  y tiempo libre, y en segundo lugar una base de conocimientos específicos con dos variantes : la primera proporciona una plataforma fija cada vez más sólida  para seguir avanzando y en general sirve también para descartar falacias, tergiversaciones, falsedades, ideas, y teorías sin base alguna y práctica y objetivamente descartables, al menos por principios epistemológicos simples. Pero el mundo estructurado tecnológicamente no puede dar cuenta a las preguntas formuladas ya por Kant: ¿Qué debo hacer?, ¿qué puedo saber?, ¿qué me está permitido esperar? y sobre todo ¿qué es el hombre?  Lo que se puede y se debe hacer es seguir investigando y ampliando el conocimiento de la Naturaleza en toda su amplitud. A partir de ahí los interrogantes son imponderables e infinitos, siempre se puede avanzar, siempre es necesaria la voluntad de perseguir objetivos por lejanos que se nos antojen. El conocimiento final absoluto no está a nuestro alcance. A partir de conocimientos cada vez más sólidos, más contrastados, iremos elucubrando nuestras teorías, hipótesis y también, porque no creencias, que son formas exclusivas de nuestra naturaleza humana.



II-2020