sábado, 19 de enero de 2019

FORMAS DE PENSAR EL MUNDO



                                    FORMAS DE PENSAR EL MUNDO

¿Existe algún tipo de duda razonable que la Humanidad, los humanos, tengan una concepción errónea sobre sí mismos y sobre su/el mundo, y en consecuencia su actuar fuera asimismo improcedente, no concordante con la última realidad en ambos casos?
Naturalmente la pregunta es absolutamente retórica y sólo persigue confrontarla teóricamente, en primer lugar, en sus propios términos y en segundo lugar manejar una hipótesis de ficción desvinculada de cualquiera realidad actual. Al respecto sólo podemos conjeturar que cualquier tipo de civilización que podamos imaginar o que en un futuro impredecible pudiéramos llegar a contactar, siempre nos encontraríamos que su forma de vida respondería a sus condiciones naturales y materiales y por lo tanto sólo se puede afirmar que ambas deberían corresponderse equilibradamente y por lo tanto pensamiento, del tipo que tuviere, y acción serían los convenientes para mantener la condición de su tipo de vida. La única enseñanza que nosotros podríamos aprovechar sería que forzosamente tendrían que amoldarse a las condiciones existentes y a su vez y recíprocamente éstas condiciones habrían permitido la implantación y sostenimiento de aquel tipo de vida. Un tipo de vida posible también puede venir determinado por los limites impuestos por la Naturaleza, límites que marcarán el grado de libertad alcanzado por los componentes de una cierta clase de sociedad.
Esta respuesta es lógicamente impecable y hasta trivial y debería servir para cualquier tipo de vida en cualquier escenario posible. Si algún visitante exterior nos hubiera visitado en tiempos remotos o lo hiciera en la actualidad debería sacar la misma conclusión de una actuación eficaz, en su conjunto, de que la vida de cualquier tipo se ha ido adaptando a las condiciones medio ambientales y a sus circunstancias espaciotemporales. Racionalmente no hay otra posibilidad, por lo tanto, esto es exactamente lo que encontraríamos nosotros en una hipotética confrontacion con otros seres. La interacción dialéctica materialista de cualquier ser vivo con su medio natural puede llegar a proporcionar conocimiento de las condiciones materiales en que se desenvuelve y con facultades muy favorables de seres muy evolucionados se puede llegar a conseguir conocimiento más allá del contexto específico del hábitat natural, pero siempre será conocimiento físico-matemático del mundo, habitado o no. En condiciones apropiadas estos conocimientos son los que se pueden llegar a intercambiar. En cualquier caso, siempre sería traspaso de conocimiento físico, material.
También se dan en nuestro mundo alternativas de pensamiento diferenciado, concepciones filosóficas, metafísicas, religiosas, esotéricas, fantasiosas de mundos alternativos, etc. sin que la mención de esta mezcolanza signifique en ningún caso, ningún tipo de homogeneidad con concepciones naturales, de hecho pueden modificar y modifican, en grados diversos, conductas personales y aun sociedades enteras configurándolas a tenor de ideologías dominantes. Todas estas variantes y corrientes de pensamiento o enfoques vitales se corresponden y son demostración de la heterogeneidad de la sociedad humana. Otra cosa es la acción trascendente dentro de cualquier organización social. Aquí trascendente podría entenderse como aquella acción que permita desarrollar, aumentar, evolucionar, el conocimiento positivo general con alcance universal. Cualquier avance en este sentido debe valorarse objetivamente sea cual sea su motivación o causalidad especifica.
Sigamos analizando el hilo que debe conducirnos a la correspondencia entre pensamiento, acción y resultados objetivos de cualquier tipo de cultura o civilización.
Vayamos ahora al aspecto más importante que podríamos encontrarnos en una hipotética confrontación con una civilización extraña y desconocida. Y aquí vuelve a surgir por enésima vez la dualidad humana, humana en nuestro caso, entre materia y espíritu o si se prefiere entre razón y sentimiento.
La especie humana tampoco es el mejor ejemplo de moral integral a través de toda la evolución y su historia. Desde la antropofagia, las guerras interminables a través de los siglos, el esclavismo, y sobre todo el hecho más abominable de la especie humana, el y los holocaustos, es decir que cualquier análisis de un tipo determinado de desarrollo o civilización tendrá en cuenta sobre todo sus antecedentes históricos.
Nuestra evolución material e histórica, desde sus orígenes hasta nuestros días, nuestra civilización, se ha ido transformando hacia una conjunción real con características de universalidad, pero quedan residuos dentro de la sociedad humana que desdicen todos los esfuerzos dialécticos, éticos y morales que puedan alegarse en favor de una unanimidad inexistente en su realidad, pero no en su forma desiderativa.
Existen esfuerzos de la comunidad internacional a través de las asociaciones universales, internacionales, para concienciar progresivamente a toda la ciudadanía mundial en pos de un reconocimiento fundamental de la igualdad de todos los seres humanos y de su inviolabilidad y respetabilidad como personas libres e iguales.
Pero este aspecto de nuestra gran sociedad no es lo que queremos destacar aquí y ahora. Nuestra completa historia y su complejidad y extensión merece los esfuerzos de todos, pero no es ahora el momento ni la ocasión.
Podemos visualizar mentalmente la posibilidad remota de un tipo de vida o incluso de una clase de sociedad distinta absolutamente a la nuestra, oriunda o habitante de otros planetas.  Supongamos que la pretendida dualidad que a nosotros nos es inherente no existe en esa clase de vida o sociedad. En principio hagamos una distinción primordial y focalicemos la atención, en que la vida que podamos observar esté estructurada, jerarquizada y sea resultado de una progresiva civilización. Si esta civilización fuera la que nosotros tuviéramos acceso o llegara a nuestro planeta, por definición deberíamos reconocer que se trata de un tipo de sociedad desarrollada científicamente como mínimo a un grado que nosotros podamos observar y sopesar.
La objetivación sintética de cualquier tipo de sociedad desarrollada debería partir de los mismos principios básicos que aplicaríamos si se quisiera definir nuestra sociedad, es decir, fijándonos en la materialización de sus resultados.
Y este es el punto, la encrucijada a la que queríamos llegar. Convinimos que cualquier tipo de sociedad estructurada, en cualquiera de las formas posibles y que tenga o haya tenido un proceso vital previo, un tipo de vida, es decir que sus componentes sean seres animados, autónomos o interdependientes, para llegar a ser un grupo organizado y con resultados materiales que les permitan un tipo de supervivencia evolucionado y de largo alcance, han tenido que atravesar unas etapas evolutivas muy importantes. Es imposible imaginar que seres con algunas características como las mencionadas pudieran salir de la nada, o ser creados por alguien con poderes de infinita superioridad. Podrían ser creados por otros seres más avanzados, pero aquí tendríamos que retroceder y aplicar las mismas reglas lógicas a una hipotética civilización anterior.
Y a partir de este emparejamiento analógico en cuanto a resultados materiales de cualquier tipo de sociedad o civilización, es cuando podríamos encontrar la gran diferencia entre nuestro tipo de vida o civilización y otro radicalmente diferente en cuanto a lo que nosotros entendemos por moralidad o ética de la conducta y de los sentimientos.
Recuérdese nuestro interés en indagar si existen o pueden existir formas de pensamiento o de conocimiento distintas de las que nosotros tenemos incorporadas en nuestra forma de ser y de existir. Para ello estamos simulando una hipotética situación irreal en nuestra experiencia, que pudiera hacerse realidad en un futuro desconocido y que en cualquier caso nos sirviera de referencia, de contraste, e imaginativamente de posibilidades abiertas de comprensión de otras formas de vida y de pensamiento.
Aceptada la similitud material científico-tecnológica, aunque sólo sea como hipótesis de trabajo y en grado cuantitativo y/o cualitativo diferencial, resta ahora analizar el punto principal que estamos buscando y que es si esta sociedad, civilización, que hemos ido modelando figurativamente puede funcionar con otros parámetros distintos a los que nosotros estamos acostumbrados y si estas reglas de conducta  pudieran servirnos de algún tipo de pauta para una comprensión más profunda de nuestra realidad.
El único enfoque posible, aceptada la analogía materialista científico-técnica de un tipo de sociedad distinta a la nuestra, pero con un grado de desarrollo sustancial, podría ser averiguar cuáles pudieran ser sus motivos ideológicos, morales y éticos de conducta. Hemos de partir de nuestra dualidad sustancial como punto de referencia. Nuestro desarrollo material en alguna medida viene condicionado y a su vez condiciona nuestro tipo de vida, nuestro conocimiento de la totalidad de nuestro entorno y del mundo. Este es nuestro origen y nuestra evolución natural. Y la pertinente pregunta clave es si esta dualidad puede ser el diferencial absoluto con algún tipo de sociedad distinto al nuestro. ¿Puede algún tipo de sociedad haberse desarrollado o existir en algún momento sin ningún tipo de moralidad o ética de conducta? ¿Es esto posible? El análisis de esta cuestión puede servirnos también, y, en cualquier caso, como reflexión de nuestra situación actual y futura.
¿Se puede sobrevivir sin absolutamente ninguna moral de conducta? O ¿Cuál sería el mínimo de moral que garantizara la supervivencia? Este es el hilo que debe averiguarse. En primer lugar, sería primordial conocer cuál sería la forma de mantenerse, de nutrirse, sean productos perecederos o no, es de vital importancia conocerlo, y ¿son fáciles de obtener, existen indefinidamente? ¿cuáles pudieran ser sus fuentes de subsistencia? ¿Si entre su entorno hubiera seres vivos de rango evolucionado inferior deberían servirse de ellos para su subsistencia?  ¿Hay otros seres en su mundo? ¿Tienen que compartir nichos ecológicos con otras especies? Imaginemos una falta de moral absoluta, pero una lógica de que prevalezca por encima de todo el instinto de supervivencia del único tipo de vida de los más evolucionados. Lo cual comporta el mantenimiento y suministro de los niveles de productos aptos para la continuidad de aquel tipo de vida. Lo único importante, lo definitivo es esta continuidad indefinida, asegurarla por encima de cualquier otra consideración. Recordemos, estamos sólo elucubrando sobre una falta absoluta de moral respecto a un mundo o naturaleza exterior a una especie de vida diferente.
Cómo se puede sobrevivir. Si sobrevive cómo lo hace. Qué grados mínimos de moral se precisa para sobrevivir. Cuál es el tipo de alimentación de estos seres de dónde y cómo sobreviven físicamente. Ahí esta una parte de la guía para conocer su grado de dependencia o moral relativa.  De sus fuentes de la energía necesaria para su continuidad podríamos extraer cuales son sus relaciones con sus semejantes si los hubiere.
Si fueran seres biológicos deberían tener cadenas emparentadas. El principal, el primer deber de cualquier ser biológico, del que nace cualquier tipo de moral es el de su instinto de supervivencia y en segundo termino el instinto de reproducción al menos de su misma especie. Esto equivale a salvaguardarse a sí mismo y al reconocimiento de otros seres que conforman su cadena vital. Si cualquier tipo de ser vivo aspira o tiene tendencia natural a una evolución deberá contar al menos con los individuos de su misma especie. Tanto la cadena alimentaria como la estructura material que soporte una civilización que progrese deberá contar con los efectivos que desarrollen toda una pluralidad de acciones distintas. Si todos los individuos de esa sociedad se bastan a sí mismos, es decir, si todos los individuos necesarios para llevar a cabo todos los trabajos son de la misma especie es posible su subsistencia, pero estamos ante el supuesto de una falta de moral absoluta. Hemos de recordar que lo que estamos buscando aquí transversalmente es la posibilidad de encontrar pensamientos alternativos a los nuestros. Si la sociedad hipotética que estamos imaginando fuera similar en características a las nuestras, el tipo de pensamiento que desarrollarían sería fundamental y homologablemente también como el nuestro.
Volvamos a aquella sociedad imaginada. Supongamos que sí existen otros tipos de vida alternativos diferenciados. Si estos últimos forman sociedades distintas y tienen distintos enclaves, y las fuentes de su reciclarse energético no interfiere el de los primeros, no tiene, en principio, que chocar con la primera sociedad. Pero en cuanto convivan diferentes tipos de vida, los mas fuertes se adueñarán de todo lo que necesiten por encima de las necesidades de los menos favorecidos. No importará liquidar una sociedad que esté molestando en su desarrollo. Si otra clase de vida es biológicamente inferior y puede ser utilizada en beneficio de la principal, así se hará. En cuanto sean de utilidad los demás seres serán respetados y aprovechadas sus facultades en beneficio de la principal. Bien, la idea parece clara. La moralidad, si puede llamarse así, sólo existe para beneficio de una sola forma de vida. Las demás no importan.
Este enfoque es sustancial porque aquí sí existe una diferencia fundamental respecto a nuestro tipo de sociedad humana. La nuestra es o pretende ser comprensiva con todos los seres que la componen, otra cosa son las imperfecciones históricas y actuales que se produzcan, pero existe el sentimiento generalizado y universal de los objetivos que nos hemos marcado. Por el contrario, el otro tipo de sociedad asume sólo el rol materialista científico-técnico pero su actuación digamos moral no existe y no obliga a nada que no sea la propia seguridad y la objetividad de una vida y un conocimiento objetivamente materialista del mundo.
Veamos ahora, para finalizar, algunas consideraciones epistemológicas respecto al enfoque teórico que aquí se ha querido representar. Siempre se ha aceptado como dogma, que la sustancialidad humana es dual por naturaleza, que es congénita. Y esto sólo es cierto por el advenimiento en la evolución temprana de la especie humana, mejor, antes de evolucionar nuestra especie como tal, ya en las especies inferiores, existió de facto un reconocimiento, una necesidad vital, de sentir, de sentirse partícipe activa y pasivamente no sólo de sí mismo y de su estirpe sino de la necesidad y utilidad de reconocer el mundo exterior como formando parte de su hábitat natural. Otra consideración fundamental es que la especie humana produce individuos diferenciados y ello conlleva una complejidad estructural de la sociedad humana con infinitas situaciones conflictivas que deben ser tratadas con principios morales, éticos y justos. Este es nuestro mundo y nuestro tipo de convivencia que debe ser enfrentado a cualquier otro sistema que en un futuro pudiera aparecernos como alternativa, sin descartar los cambios que pudieran sobrevenir no sólo en nuestro propio mundo sino en eventos que hoy sólo pueden ser objeto de fantasías y/o elucubraciones basadas en indicios que nuestra civilización pudiera ir rastreando en nuestro universo más cercano y accesible.


18-I-2019