NATURALEZA Y CONOCIMIENTO
UN VIAJE DE IDA Y VUELTA
La relación y visión
desnuda que el hombre ha tenido siempre de la Naturaleza ha sido siempre de aceptación de un mundo dado, ha sido
siempre un observador de una realidad
tangible. Hemos sido siempre testigos
de un mundo ajeno a nosotros mismos pero que nos ha acogido y ha hecho posible
nuestra vida y continuidad. Ha sido y es algo real tal y como la hemos observado.
Nuestra manipulación más primitiva y ancestral es la de aprovecharnos de sus
frutos, de lo que nos ofrece, para nuestra propia supervivencia. Ese ha sido y es nuestro mundo más radical. Esa imagen primitiva, es prácticamente de la misma clase, de la misma especie que
pueden tener los seres vivos autónomos
y que de alguna manera precisan de una
imagen del mundo para su supervivencia. Esta imagen que el hombre tiene del mundo natural le acompañará toda la vida; para el hombre
la naturaleza permanece siempre fiel a sí misma.
Pero esta imagen que el hombre pueda tener de la
naturaleza no responde a toda la realidad posible. La misma condición racionalizadora humana, el
contacto continuo con los demás miembros de la especie y los artilugios que la
humanidad desarrolla continuamente desvirtúan
la transparencia de una naturaleza que permanece detrás de todo
este mundo artificial. La socialización
del hombre ya desde su temprana edad diluye el efecto natural en instrumentos y
costumbres mixtificados.
La mera observación de la naturaleza,
desvinculada de las aportaciones intelectuales y cognitivas del entorno de la
sociedad humana es testimonial, no aporta en sí misma conocimiento objetivo alguno. Es
observar una realidad ajena a nosotros tal y como se nos presenta.
La visión que el hombre tiene de la
aparente realidad del mundo es la interpretación
que por su propio conocimiento racional-evolucionado y aportación de la
socialización de que es objeto. Lo que el hombre observa es la transformación
de una parte de la naturaleza y de un mundo expresamente
creado para el tipo de sociedad de la que él forma parte. El hombre adquiere conciencia-conocimiento del mundo tal
como lo interioriza, tal como él lo ve y lo siente. Este es su mundo real. La forma en que ve a
este su mundo es la misma que
plasmaba su imagen de la naturaleza, pero ahora lo interioriza de forma distinta. La interpretación es un añadido cultural. El mundo real sigue estando ahí y él lo ve dual en su forma exterior y en su interiorización cultural.
La mirada escueta de la Naturaleza no produce conocimiento. La aplicación
de racionalidad, de ciencia, la tecnología más variada y
profunda sí produce conocimiento, conocimiento analógico,
relativo, aunque nunca es conocimiento
definitivo, siempre se escapa la última razón de ser. El mundo tangible, al
que nosotros podamos acceder directa o indirectamente, siempre nos presentará barreras imposibles de superar, siempre
habrá un más allá fuera de nuestras posibilidades de alcance.
Sin embargo siempre
existe la posibilidad de retornar al pasado más ancestral,
siempre se puede ver la naturaleza de una forma primitiva. No hace falta
comprender nada, sólo verla, captarla
tal cual es y tal cual se nos presenta, simple y desnuda. Acercarnos al mundo, a la cosa, acercarnos al ente, a nuestro propio ente.
De un enfoque
estrictamente naturalista no se
puede derivar ninguna conclusión trascendente. La mirada ingenua no produce conocimiento objetivo. Sin embargo la
mirada prístina del objeto natural del mundo, además de ser la mirada del sentido común, es la de la
mayor parte de la humanidad, es la
de la mayoría de los individuos que han sido y son, y de los que nacen y mueren
sin saber más de lo que ven. Es la relación
directa del hombre con el mundo
Volver a mirar la naturaleza directamente, sin
prejuicios, que los objetos se nos presenten desnudos. Percibir la esencia de
la cosa, salir a su encuentro y encontrarse
de repente ante sí mismo. Retornar a
nuestro propio ente, como un objeto más de la naturaleza. Abandonar añadidos socio-culturales y fijar la mirada pura, mística o poética en las
cosas en sí mismas, sin adiciones.
Esta orientación
mística de la vida es la que escogieron culturas
orientales en los principios de sus civilizaciones, al contrario de occidente que claramente se decantó por una racionalidad tecnológica como forma de
vida. En nuestras sociedades
globalizadas es difícil encontrar parcelas que no estén contaminadas de los
avances tecnológicos. Quizá hay reductos
en oriente que pueden considerarse aún lo más cercano a estos puntos de vista
más místicos y de ensimismamiento.También en occidente pueden encontrarse individualidades
y grupos de trabajo y estudio que
propugnan un acercamiento a visiones del mundo que fijan su atención a las
esencias, pero en estos círculos occidentales estos rasgos son ejercidos
temporalmente e incluso son considerados como compensatorios terapéuticos de
unos ritmos de vida demasiado estresantes.
30-1-2015