lunes, 25 de junio de 2012




CONCIENCIA PRÁCTICA DE LA HUMANIDAD

La conciencia de la humanidad no se manifiesta de forma global puesto que nadie la representa en su totalidad. Sí es cierto que cada vez y en mayor medida cantidades ingentes de seres humanos se interesan por sus prójimos en labores humanitarias, bien de forma individual o a través de instituciones benéficas de ámbito local o internacional. Lo que representa, en este último caso, una actuación a distancia, es decir, implica un reconocimiento de impartir justicia equitativa en cualquier parte del mundo.
Esta intencionalidad individual nace de un reconocimiento solidario de la humanidad, es un proceso de asunción de un humanismo que parte de unas clases favorecidas en beneficio de las más necesitadas. Es una solidaridad compasiva. En el fondo sí que subyace una idea de humanidad igualitaria y solidaria pero acercándose a la acción por medidas muy concretas.
No se trata tanto de una idea metafísica de la humanidad sino de su comprensión por una vía emocional, solidaria y compasiva.
Cualquiera que fuera la idea abstracta a la que se llegara de la humanidad, siempre se alcanzaría por evolución deductiva un estadio de actuación que implicaría un proceso similar al que se está llegando por una vía más expeditiva. Tanto inductiva como deductivamente se llegaría a un mismo punto de reconocimiento ético de la humanidad y más concretamente se alcanzaría a elaborar un texto objetivo coincidente con la declaración universal de los derechos humanos. La aceptación racional de los derechos humanos y la pragmática conducta derivada directamente de los textos explícitos o sencillamente por la iniciativa libre de los individuos implica una concepción de una humanidad unitaria, libre, solidaria.
Sin embargo, puede haber otro concepto de la humanidad, que no anula el anterior, al contrario, sino que lo amplía en un aspecto más teleológico, de más largo alcance. La humanidad ya está ahí, es un hecho, de lo que se trataría ahora es de prever su futuro, y de influir en él. La concepción de la humanidad que requiere un tratamiento ético ya lo damos por descontado. La humanidad ahora es futuro, es seguridad, es conocimiento, es alcanzar el máximo grado posible de vida buena para el máximo número posible de sus individuos. Naturalmente ya se está laborando en todos estos aspectos pero quizá les falta un sentido de acción unitaria, un reconocimiento explícito de esfuerzo colectivo, una Declaración también Universal de los Deberes, ello comportaría que hubiera una guía objetiva, una guía de referencia.
Otra vez nos encontraríamos con la dualidad de unos comportamientos individuales y de una concepción unitaria que nadie se puede arrogar en toda su plenitud, siempre existirá esa dualidad, pero de la suma de las conductas individuales, y de su heterogeneidad, se puede deducir una síntesis coincidente con la “idea” máximamente consensuada.
Todo el desarrollo teórico anterior entraría dentro de una posición de razón práctica, es decir, de la aceptación tácita de la existencia de una humanidad tal como se nos presenta en la realidad mundana y ensamblada a una evolución que también podemos rastrear físicamente. De momento aquí no vamos a ir más allá en consideraciones más sintéticas y metafísicas, pero cabe la intuición de que cualquiera que fuera la concepción final no entraría en contradicción práctica en lo que se ha expuesto.